36- Disfunción fascial
La disfunción fascial se refiere a alteraciones o desequilibrios en la fascia, el tejido conectivo que rodea y conecta diferentes estructuras del cuerpo. Puede ser causada por diversos factores, como lesiones, trauma físico, estrés crónico, malas posturas o movimientos repetitivos.
Cuando la fascia se encuentra en un estado de disfunción, puede generar una serie de síntomas y problemas. Algunos de los síntomas comunes de la disfunción fascial incluyen dolor localizado o generalizado, restricción del movimiento, rigidez, sensibilidad, inflamación y debilidad muscular.
La disfunción fascial puede afectar diferentes áreas del cuerpo, como los músculos, articulaciones, tendones, ligamentos e incluso los órganos internos. Puede manifestarse como puntos gatillo o nudos en los músculos, restricciones en la movilidad articular, compresión de nervios, alteraciones en la circulación sanguínea y linfática, entre otros.
El tratamiento de la disfunción fascial puede incluir técnicas de liberación fascial, masaje terapéutico, estiramientos, ejercicios específicos, terapia manual y otras modalidades de terapia física. El objetivo es restaurar la movilidad y la funcionalidad de la fascia, aliviar el dolor y mejorar la salud y el bienestar general del individuo.
Es importante destacar que la fascia está interconectada en todo el cuerpo, por lo que la disfunción en una zona puede afectar otras áreas distantes. Por lo tanto, abordar y tratar la disfunción fascial de manera integral puede ser beneficioso para mejorar la salud y el funcionamiento global del cuerpo.
Evaluación, tratamiento y rehabilitación. En este capítulo se considerarán las diversas influencias que interactúan con la salud en general y con la disfunción musculo esquelética en particular, entre ellas factores biomecánicos, bioquímicos y psicosociales. Tomar conciencia de que es necesario tener en cuenta el espectro de influencias sobre la salud que impactan en el individuo constituye el fundamento de una sólida atención complementaria de la salud.
Como se podrá ver más adelante en este mismo capítulo, esto no sólo exige poner atención sobre los patrones estructurales y funcionales asociados con el dolor o la disfunción sino también sobre la buena o mala alimentación del individuo; sobre si existen o no intolerancias alimentarias asociadas con sus síntomas; sobre cómo sus creencias y actitudes impactan en su afección y su deseo y capacidad para emprender un programa de rehabilitación. No pertenece a la esfera de la práctica o del conjunto de habilidades y terapias manejar todas esas influencias sobre la salud, pero eso no debería impedir que tomaran conciencia de su potencial incidencia en la recuperación. Cuanto menos, podrán aconsejar en relación con fuentes de información y atención profesional apropiadas. A menudo en los procesos de dolor crónico lo ideal es el abordaje en equipo, como se explicará en las notas referidas a terapia cognitivo conductual que se presentan más adelante en este capítulo.
Dar sentido a lo que está sucediendo en un cuerpo que se está adaptando a las tensiones de la vida se requiere un marco (o varios de ellos) de evaluación y mapas de normalidad (relativa) con los cuales confrontar el estado actual de la persona. Esto podría requerir de todos o algunos de los elementos siguientes.
- Evaluación de los músculos respecto de su fuerza o debilidad.
- Evaluación del «acortamiento» relativo de los músculos.
- Examen del margen de movimiento de los tejidos blandos y las articulaciones.
- Evaluación de la presencia, ausencia o hiperactividad de los reflejos neurales.
- Evaluación de la presencia de estructuras localizadas con actividad refleja, como puntos gatillo miofasciales, o de hiperreactividad vertebral (facilitación segmentaria).
- Evaluación de la (a)simetría postural.
Patrones de disfunción
En el modelo de la red fascial de Myers hemos visto algo de la interconexión de las estructuras corporales. A consecuencia de la imposición de tensiones sostenidas o agudas, el sistema musculo esquelético pasa por una adaptación y surgen reacciones disfuncionales en cadena. Éstas pueden constituir indicadores extremadamente útiles acerca de la manera en que se ha producido la adaptación, y a menudo pueden ser «leídas» por el clínico con el fin de ayudarle a establecer un plan de acción terapéutico.
Cuando se desarrolla una reacción en cadena en que algunos músculos se acortan (tipo postural 1) y otros se inhiben (tipo fásico 2), aparecen patrones de desequilibrio predecibles.
El médico e investigador checo Vladimir Janda (1982, 1983) describe dos de estos patrones, los síndromes cruzados superior e inferior.
SÍNDROME CRUZADO SUPERIOR
El síndrome cruzado superior presenta el siguiente desequilibrio básico: los pectorales mayor y menor, el trapecio superior, todos se contraen el elevador de la escápula y} y acortan, el esternocleidomastoideo mientras que el trapecio inferior y medio y el serrato mayor y el romboide} todos se inhiben.
Al instalarse estas modificaciones se alteran las posiciones relativas de cabeza, cuello y hombros, según se verá a continuación.
- El occipital y C1 y C2 se encontrarán en hiperextensión, con traslación de la cabeza hacia delante. Habrá debilitamiento de los flexores profundos del cuello y tono aumentado en la musculatura suboccipital.
- Como resultado de ello, las vértebras cervicales inferiores, hasta la 4ª vértebra torácica, se hallarán posturalmente tensionadas.
- Hay rotación y abducción de las escápulas, dado que el tono aumentado de los fijadores superiores del hombro (trapecio superior y elevador de la escápula, por ejemplo) hace que aquéllas se tensionen y acorten, inhibiendo los fijadores inferiores como el serrato mayor y el trapecio inferior.
APLICACIÓN CLÍNICA DE LAS TÉCNICAS NEUROMUSCULARES
- Como consecuencia, la escápula pierde su estabilidad y el eje de la cavidad glenoidea altera su dirección; esto produce inestabilidad humeral, lo que compromete a la actividad del elevador adicional de la escápula, el trapecio superior y el supraespinoso a mantener su eficacia funcional.
Estos cambios conducen a estiramiento del segmento cervical, a evolución de puntos gatillo en las estructuras tensionadas y a dolor referido a tórax, hombros y brazos. Puede observarse dolor que simula una angina, con declinación de la eficiencia respiratoria.
La solución, de acuerdo con Janda, consiste en ser capaz de identificar las estructuras acortadas y liberarlas (tensionar y relajar), seguido de reeducación hacia una función más apropiada. Se encontrará que este patrón subyacente central de la disfunción se relaciona con la gran mayoría de los procesos dolorosos de cuello, hombro y brazo, todo lo cual será tema de capítulos posteriores. Cualquiera sea el tratamiento local, la base de una rehabilitación a largo plazo consistirá antes que nada en la consideración y la reforma de los patrones, como es por ejemplo el síndrome cruzado superior.
SÍNDROME CRUZADO INFERIOR
El síndrome cruzado inferior presenta el siguiente desequilibrio básico:
- el psoas ilíaco y el recto femoral,
- el tensor de la fascia lata y los aductores cortos y
- el grupo troncal extensor de la columna, todos se contraen y acortan, mientras que los músculos abdominales y glúteos, todos se inhiben.
El resultado de esta reacción en cadena consiste en la inclinación de la pelvis hacia delante en el plano frontal, en tanto flexiona las articulaciones de la cadera y exagera la lordosis.
- Los flexores profundos del cuello se inhiben.
- El trapecio y el elevador de la escápula se contraen.
- Los romboides y el serrato mayor se inhiben.
- Los pectorales se contraen.
- Erector de la columna contraído.
- Glúteo mayor inhibido.
- Músculos abdominales inhibidos.
- Psoasilíaco contraído.