Aliento de Vida
El aliento de vida se refiere a la energía vital o fuerza vital que fluye a través de nosotros y nos mantiene vivos. También se conoce como prana, chi o qi en diferentes tradiciones espirituales y culturas.
El aliento de vida es un concepto fundamental en la terapia craneosacral, que se refiere a la energía vital que fluye en el cuerpo y que es esencial para el bienestar. Esta terapia, desarrollada por el osteópata William Sutherland, se centra en la interacción entre el sistema craniosacral (que incluye el cerebro, la médula espinal y las membranas que los rodean) y la capacidad del cuerpo para sanar.
Los terapeutas craneosacrales buscan facilitar la liberación de tensiones y bloqueos en este sistema, promoviendo así un flujo adecuado del aliento de vida. Se cree que esto no solo ayuda a aliviar dolores físicos, sino que también puede tener un impacto positivo en la salud emocional y mental. Al trabajar con el cuerpo de manera suave y sutil, se busca restablecer el equilibrio y la armonía, permitiendo que el aliento de vida circule libremente.
El aliento de vida se considera esencial para el funcionamiento óptimo de nuestro cuerpo, mente y espíritu. Se cree que una respiración consciente y profunda puede ayudarnos a conectar con esta energía vital y promover la salud y el bienestar en todos los niveles.
En muchas prácticas de meditación, yoga y otras disciplinas espirituales, se enfatiza la importancia de la respiración consciente como una forma de entrar en contacto con el aliento de vida. Al respirar de manera lenta, profunda y consciente, podemos calmar la mente, relajar el cuerpo y abrirnos a la experiencia de la energía vital que fluye a través de nosotros.
El aliento de vida también se asocia con la capacidad de estar plenamente presente en el momento presente. Al enfocar nuestra atención en la respiración y permitir que fluya libremente, podemos liberar el estrés, las tensiones y las preocupaciones, y conectarnos con una sensación de calma y vitalidad.
Además, se cree que el aliento de vida tiene un impacto en nuestro estado emocional y mental. Una respiración consciente y equilibrada puede ayudarnos a regular nuestras emociones, reducir la ansiedad y el estrés, y mejorar la claridad mental y la concentración.
En resumen, el aliento de vida es la energía vital que fluye a través de nosotros y nos mantiene vivos. La práctica de una respiración consciente y profunda puede ayudarnos a conectarnos con esta energía vital, promoviendo la salud, el bienestar y la plenitud en nuestras vidas.
Aliento de Vida
El Aliento de Vida siempre ha estado y está presente en todas las tradiciones espirituales del mundo. La Iglesia Católica tiene en en el primer libro de la Biblia el Génesis sugiere que Dios vivifico al ser humano con su Aliento de Vida.
El clímax de la obra creadora de Dios fue Su extraordinaria creación del hombre. «Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz Aliento de Vida, y fue el hombre un ser viviente» (Génesis 2:7). El Creador Supremo del cielo y de la tierra hizo dos cosas al crear al hombre. Primero, lo formó del mismo polvo de la tierra, y, en segundo lugar, sopló Su propio aliento en la nariz de Adán. Esto distinguió al hombre de todas las otras criaturas de Dios.
Job 33:4 – Versículos Conceptos. El Espíritu de Dios me ha hecho, y el Aliento del Todopoderoso me da vida.
Hechos 17:25 – Versículos Conceptos. Ni es servido por manos humanas, como si necesitara de algo, puesto que El da a todos Vida y Aliento y todas las cosas;
Apocalipsis 11:11 – Versículos Conceptos. Pero después de los tres días y medio, el aliento de vida de parte de Dios vino a ellos y se pusieron en pie, y gran temor cayó sobre quienes los contemplaban.
Salmos 104:29 – Versículos Conceptos. Escondes tu rostro, se turban; les quitas el aliento, expiran, y vuelven al polvo.
Las tradiciones orientales hablan del Prana, el Aliento Energético contenida en todos los seres vivos.
El significado de Prana o Chi viene a referirse al viento, al soplo o al vapor. A algo volátil, que se dispersa, que no podemos atrapar, que fluye, se expande y que está en continuo movimiento. De esta manera, nos podemos referir al interior de nuestro cuerpo, pero no a la sangre, los órganos o los huesos. Hace referencia a la energía vital. Se trata de un impulso o un campo energético que empapa todo lo que nos rodea, que salpica a todo lo que tenemos a nuestro alrededor. Porque estamos sumergidos de manera irremediable.
Los sabios y entendidos del Chi advirtieron que es una energía que está en continuo movimiento. No siempre es la misma en todos lados, por lo que se manifiesta de diferentes maneras.
La energía vital que medimos como vitalidad, es conocida desde hace mucho tiempo en la historia cultural de la humanidad y sería difícil encontrar un lugar donde no usaban la energía vital para curar. Los etnógrafos han encontrado las huellas de este tipo de curación (con energía vital) en varias tribus, las que nosotros consideramos primitivas: por ejemplo, en Australia, Siberia, y desde la Oceanía hasta América o África. Tomando en cuenta que esta energía vital está presente en cada hombre, en una cantidad mayor o menor y que, aunque en diferente grado, podemos trasmitir la energía vital uno al otro, podemos considerarla como uno de los métodos de curar más antiguos y más eficaces.
En cada civilización tenía un nombre diferente: en la India se llamaba Prana, en China Chi, pero todas las culturas antiguas la conocían. La curación con la bioenergía, con la energía vital es una aptitud humana, general y extendida. En la India los métodos diferentes para intensificar la energía vital fueron elaborados por los Yogi, en forma de ejercicios de meditación y de respiración. Los chinos, con la regulación y el encauzamiento de esta energía vital lograron un resultado todavía más significativo, pues probablemente también la acupuntura tiene sus raíces en esta energía vital. Pero en China no se usaba esta energía vital solamente para curar, sino también para luchar con ella. Éste es el llamado arte de combate fino (Wo-Shu), donde, sin ningún toque del enemigo, simplemente con un disparo de energía uno puede dejarle fuera de combate. Con este método también se puede endurecer provisionalmente ciertas partes del cuerpo humano, de modo que aguante golpes muy fuertes.
Al principio de nuestra era, en el Imperio Romano se conocía esta energía (energía vital), como un medio posible para curar. Si abrimos la Biblia, en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento podemos encontrar varios ejemplos para la curación a mano, la trasmisión de la energía vital, en las que, algunas veces, refieren, al pie de la letra, a la fuerza. Tampoco la Biblia considera este fenómeno una propiedad divina, pues también los apóstoles y los discípulos lo utilizaban para curar. Con la extensión de la Cristiandad esta energía vital llegó a ser cada vez más conocida, pero en la Edad Media todo se puso al revés.
En estos años de evolución de la terapia Craneosacral se ha llegado en estos nuevos tiempos que es el Aliento de Vida el que pulsa en todo el cuerpo y que depende de la marea de fluido cerebroespinal. El cuerpo es un todo y el todo está en cualquier célula y se organiza a través de las influencias energéticas que en Biodinámica Craneosacral se llama Aliento de Vida.
El terapeuta craneosacral aprende a palpar la marea de fluidos y a sentir la potencia del Aliento de Vida en el cuerpo. En las partes del cuerpo que esta energía fluctuante se sienta desorganizada, el terapeuta mantendrá su contacto y su intención neutra ahí y el Aliento de Vida realizara una parada neurológica y se reordenara armoniosamente. Esta es la esencia de la Biodinámica Craneosacral, uno casi no tiene que hacer nada más que estar presente y sentir el Aliento de Vida en cualquier parte del cuerpo. Una marea correcta suele seguir las líneas del tejido conectivo y esto fortalece tu campo energético humano y obviamente está relacionado con la salud integral y el bienestar. En realidad la terapia Craneosacral es una terapia de todo el cuerpo. El Aliento de vida está en todos los órganos, tejidos, células y átomos. Hay oleadas de potencia, fluctuaciones de fluidos, movimiento de membranas, movilidad y motilidad de los huesos y desde luego una onda energética que forma y fortalece el campo energético humano.
El terapeuta Craneosacral puede tener una experiencia directa con el Aliento de Vida, lo puede sentir, lo puede palpar. Es como una marea que sube y que baja. De hecho el fluido cerebroespinal asciende desde el sacro y la columna vertebral hacia la cabeza en la inspiración craneosacral y desciende en la expiración craneosacral.
La pulsación no se limita únicamente al fluido cerebroespinal si no que se expresa de manera general a través de todos los fluidos del cuerpo. Desde los fluidos se pasa a que todos los órganos, tejidos, células y átomos tienen esa respiración inherente. Es un suave y sutil fluctuación, como una respiración que lo llamamos movimiento respiratorio primario del Aliento de Vida. De hecho el doctor Shuterland (1872-1954), en su día ya percibió este movimiento o fluctuación. Aunque este movimiento respiratorio es más claramente longitudinal, que sube y baja verticalmente en el cuerpo es en todo el cuerpo y sus dimensiones que se puede sentir. Expansión contracción, llenado y vaciado.
En la inhalación se hace referencia al ascenso del fluido cerebroespinal y la potencia del Aliento de Vida hacia la cabeza. En esta inhalación se puede sentir que las manos se llenan y que a cabeza y el cuerpo se ensanchan lateralmente. Las extremidades hacen una mini rotación externa.
La exhalación se hace referencia al descenso del fluido cerebroespinal hacia el sacro. Puedes sentir que las manos se vacían y que el cráneo se estrecha y las extremidades hacen una mini rotación interna. El cuerpo se encoje.
Otros profesionales craneosacrales a esto le llamaban movimiento de flexión y extensión del sistema sacro cráneo.
“Durante mucho tiempo se ha considerado a la célula como el elemento primero de la vida, y llevar las consideraciones médicas hasta su nivel parecía, el máximo de la generalización. Era la época de la histología y de la anatomía patológica. Parecía que no había nada vivo a una escala más pequeña. Hoy en día, por el contrario, la célula se nos presenta como un organismo extraordinariamente complejo.
“Podemos constatar que los mecanismos vitales, en particular la asimilación y la desasimilación, cuyo conjunto constituye la nutrición, están ligados a variaciones no sólo atómicas, sino incluso electrónicas, en los extremos de las largas cadenas de valencias encajadas en la molécula orgánica. Una modificación infinitesimal de iones, de átomos o de electrones provoca la fijación en un extremo de un átomo nuevo (absorción) o, por el contrario, su liberación respecto de la cadena (eliminación). La molécula misma se mantiene en un estado de equilibrio relativo o de conservación mediante incesantes variaciones de este género. “Debemos entrar en la disposición de las moléculas y átomos, en su naturaleza, en sus niveles electrónicos y en sus ´quanta´ para intentar descubrir el principio de estos procesos, de este metabolismo que es la vida”. Así se expresa Robert Tournaire
en su notable libro sobre el nacimiento de la vida (La Naissance de la Vie, Paría, 1938). Antes la medicina y la biología veían en la vida una simple reacción química, es decir, un intercambio puramente mecánico de átomos y de moléculas. Sin dejar de ser verdadera, esta concepción se presta hoy en día a una interpretación más fina, porque se ha comprendido que esos intercambios dependen de un potencial eléctrico en tal forma que lo esencial del fenómeno se encuentra referido al átomo y al electrón. En suma, la nutrición, al igual que los intercambios gaseosos del pulmón, es un fenómeno eléctrico. El profesor Pech de Montpellier (Siècle Médical, junio-noviembre de 1927), definió un índice de nutrición como la diferencia del potencial eléctrico, sea entre dos tejidos de un ser vivo, sea entre un tejido de un ser vivo y un cuerpo químicamente definido o no con el cual está en contacto, sea entre un tejido de un ser vivo y el medio exterior o interior respecto al cual se nutre. El índice es positivo o negativo respecto al tejido del ser vivo considerado; el agua de mar tendría un índice negativo para el hombre, pero el agua salada artificialmente tendría un índice positivo. Así el problema de la nutrición pasa de la química a la física y se encuentra relacionado con las más sutiles influencias que podamos conocer. Igualmente, la floculación de los coloides, a la que Augusto Lumiére atribuye al envejecimiento y un gran número de enfermedades se debería al hecho que los micelios pierden su carga eléctrica.
Para resumir, citamos al Dr. Goust: “En las células, la ionización es de importancia capital. Los electrolitos tienen una actividad vital gracias a su ionización. En el organismo, los iones son los verdaderos obreros de las células y de los tejidos”
Así, podemos considerar en cierta forma cada célula como una dinámo, y el cuerpo humano en conjunto como una vasta síntesis bioeléctrica.
Una primera impresión podría llevarnos a suponer que sólo el sistema nervioso sería la sede de manifestaciones eléctricas: sus fibras y su organización evocan de modo muy singular nuestras redes eléctricas y telefónicas, y el cerebro semeja un ordenador encargado de coordinar su funcionamiento.
Los fenómenos bioeléctricos controlan todos los fenómenos vitales, en todos sus niveles. Por cierto, son las variaciones de potencial eléctrico, por tanto pránico las que, al propagarse a lo largo de los nervios, constituyen el “influjo nervioso”; pero esta circulación y transmisión de bioenergía no se limita sólo al sistema nervioso . Fred Vlés nos ha mostrado que nuestro organismo es la sede de un verdadero metabolismo de la electricidad: el cuerpo absorbe energía cósmica, la utiliza en su interior para asegurar todos los procesos vitales, y luego expulsa una parte, mediante una pérdida constante de electrones. Mencionemos aquí que Wilhem Reich ha demostrado, mediante instrumentos de medición perfeccionados por él, que la transmisión de la bioenergía no podría limitarse sólo al sistema nervioso. Más bien hay que admitir que se realiza a través de todas las membranas y fluidos del cuerpo. Esta hipótesis verifica la teoría de Fr. Kraus, de Berlín, que descubrió que el cuerpo estaba “regido por procesos eléctricos”. El cuerpo está constituido por innumerables “superficies límites” entre las membranas y por fluidos electrolíticos de diversa intensidad y composición.
Según una conocida ley de física, las tensiones eléctricas se sitúan en las fronteras entre los fluidos conductores y las membranas. La diferencia de densidad y de estructura de las membranas se encuentran también en las tensiones y en las superficies límites, provocando por consiguiente diferencias de potencial. Así nuestro cuerpo se compone de innumerables superficies interiores con diferentes potenciales de energía.
En nuestro organismo, la energía bioeléctrica está en perpetuo movimiento, circulando de los lugares de potencial más elevado a los de potencial menor, buscando un equilibrio nunca alcanzado. Estas cargas eléctricas, en continuo proceso de nivelación, son transportadas por las partículas de los fluidos corporales, los iones, es decir átomos que llevan una carga eléctrica. Según que se mueva hacia el polo negativo o el positivo, se llaman “cationes” o “aniones”. Comprenderemos la importancia capital de esta noción cuando veamos, en el curso de este estudio que, según las teorías yóguicas, el cuerpo es capaz de almacenar esta energía y de circular a voluntad. Siempre según los yoguis, el prana embebe todo el cuerpo humano, que hay que considerar como un verdadero acumulador y transformador, y, en fin de cuentas, nuestra vitalidad depende de una asimilación suficiente de Prana.