Las fascias y la energía Chi
Las fascias son tejidos conectivos que se encuentran en todo el cuerpo y desempeñan un papel importante en el mantenimiento de la estructura, el soporte y la función de los órganos, músculos y otros tejidos. Están compuestas principalmente por colágeno y elastina, y forman una red tridimensional que envuelve y conecta diferentes estructuras corporales.
La energía Chi, también conocida como Qi o Prana en diferentes tradiciones culturales, se considera una energía vital o fuerza vital que fluye a través del cuerpo y es fundamental para la salud y el bienestar. Según la medicina tradicional china y otras disciplinas energéticas, el flujo equilibrado y armonioso del Chi es esencial para mantener la salud física, emocional y espiritual.
En relación a las fascias, se cree que juegan un papel importante en la circulación y distribución del Chi en el cuerpo. Se postula que las fascias actúan como conductos o canales a través de los cuales el Chi fluye y se distribuye por todo el sistema corporal. Cualquier restricción o bloqueo en las fascias puede afectar el flujo de Chi y, en consecuencia, puede dar lugar a desequilibrios y problemas de salud.
Algunas prácticas terapéuticas y de autocuidado, como el masaje, la acupuntura, el Qigong y el Tai Chi, se centran en trabajar con las fascias y el flujo de energía Chi para promover la salud y el equilibrio. A través de la estimulación y liberación de las fascias, se busca restablecer el flujo armonioso de Chi en el cuerpo y mejorar la vitalidad y el bienestar general.
Es importante destacar que la relación entre las fascias y la energía Chi es una perspectiva que se encuentra dentro del marco de la medicina tradicional china y otras prácticas energéticas. Desde el punto de vista científico, la existencia y el flujo de energía Chi aún no han sido completamente comprendidos ni demostrados de manera concluyente.
Las fascias y la energía Chi
Las fascias y su energía Chi son tejidos que actúan como capas protectoras de todos los órganos y, mantienen unidos la piel los músculos, huesos, órganos y sistemas. Las fascias y su energía Chi también ofrece un escudo de protección y lubricación. Los libros de medicina enumeran más de 100 tipos diferentes de fascias.
La fascia es una estructura de tejido conectivo. A nivel anatómico, forma hojas delgadas, fibrosas y elásticas, que envuelven, rodean y conectan todas las estructuras corporales. Está muy hidratada y presenta una gran capacidad de deslizamiento en condiciones no patológicas. Desde el punto de vista histológico, la tendencia actual es la de usar los términos “fascia” y “tejido conectivo” como sinónimos, refiriéndonos a la misma estructura.
Las fascias son estructuras de energía Chi a las que es posible cargar con grandes cantidades de energía para fortalecerlas y conservarlas húmedas y flexibles. Cuando no tienen demasiada energía, se endurecen y se vuelvan frágiles. Las fascias son como fines conductos de energía que circulan por el cuerpo y los canales y meridianos de energía de los órganos pasan por las fascias. Cuando la persona pierde su energía o no que circula bien, el cuerpo se endurece y los movimientos pueden resultar dolorosos y poco armónicos. Las fascias sanas son sinónimo de flexibilidad, de unidad estructural, es decir dispondremos de un cuerpo sano y vigoroso. La fascia sana es como láminas tirantes de material delgado y resistente que ofrece un escudo protector flexible.
El abdomen tiene varias capas de fascias, en realidad allí es donde se encuentra la mayor concentración de fascias del cuerpo. mejorar nuestra energía equivale a mejorar nuestro sistema fascial.
Todo el cuerpo está rodeado y envuelto por tejido fascial, somos una gran fascia. Todas las partes de nuestro cuerpo como los músculos, huesos, tendones, nervios, vasos sanguíneos, órganos, etc. están envueltas en tejido fascial y por tanto todo el organismo está inter conexionado a través de las fascias.
Este tejido es el que transporta el movimiento respiratorio primario por todo el cuerpo y por tanto es de vital importancia para nuestra salud.
Fascias y traumatismo
Este tejido fascial se puede ver afectado por traumatismos físicos antiguos o recientes. Todos nosotros tenemos tensiones internas difíciles de percibir, pero que nos repercuten seriamente en todo nuestro organismo. Muchas de estas tensiones sutiles se almacenan sobre todo en la cabeza y en la médula espinal.
Si las fascias se encuentran agarrotadas o en constante tensión el líquido cefalorraquídeo no podrá pulsar por su interior y la comunicación nerviosa, electromagnética y comunicación neuronal no funcionarán correctamente. Los últimos estudios clínicos nos confirman todas estas teorías.
Es de vital importancia armonizar esta pulsación tan sutil y devolver el micro-movimiento de flexión y extensión en todos los huesos del cráneo y del sacro.
El tejido fascial es de vital importancia y es el responsable de muchos dolores internos difíciles de eliminar. Todo el cuerpo está formado por tejido fascial y éste es el encargado de comunicar e interrelacionar todo el organismo.
Aquí tenemos el puente entre el mundo físico y el mundo sutil. El tejido fascial como parte del sistema nervioso se ve muy influenciado por las tensiones emocionales y mentales.
El tejido fascial es resistente y sensible a la vez
Podemos decir que las fascias son resistentes a los traumatismos y realizan un papel de protección, pero sin embargo son sensibles a las energías de baja vibración o energías negativas. Este tejido se da cuenta de muchas cosas que nosotros no nos damos cuenta, de muchas energías que son o no son buenas para nuestro organismo. Este tejido tiene su propia inteligencia y memoria y si ha sido dañado por ejemplo por los cafés o el alcohol, cuando queramos o tengamos intención de tomar algo de esto, el cuerpo entero se pondrá malo incluso antes de haber tomado nada. Es la sabiduría natural del cuerpo. El tejido fascial es extremadamente sensible a las influencias energéticas del entorno y del interior.
La fascia está hecha de colágeno, elastina y ácidos. Esta constitución la convierte en una estructura elástica, dura y resistente a la vez. El tejido conjuntivo tiene la capacidad de responder a influencias mecánicas o químicas realizando cambios en su estructura y forma.
Como ya hemos visto, una carga constante en el cuerpo hace que éste modifique su configuración para acomodar dicha carga y como consecuencia puede dejar rasgos permanentes en el cuerpo. Las experiencias traumáticas pueden provocar el acortamiento de un músculo y de sus fascias. Bajo tensión los músculos se contraen, pero si esta tensión persiste, el acortamiento se puede hacer permanente ya que la fascia empieza a unirse al músculo y a entremezclarse con éste en patrones de acortamiento. Esto hace que el músculo se endurezca causando al conjunto del cuerpo que se acople en una postura desviada o asimétrica.
Si las influencias externas dejan rasgos permanentes en la estructura del cuerpo, entonces deducimos que al realizar el proceso inverso devolveremos al organismo su estructura corporal correcta.
Veamos qué puede suceder tras un trauma físico o psíquico.
Un traumatismo físico puede ser una lesión o golpe tras un accidente de motociclismo o de cualquier otro deporte y un trauma psíquico puede ser el ocasionado por un miedo intenso o por el enorme sufrimiento por la pérdida de un ser querido.
Como consecuencia de un trauma lo normal es que la onda expansiva del tejido fascial adopte una dirección determinada para protegernos y aliviar el dolor y que luego vuelva a su posición inicial. No obstante, ocasionalmente en el proceso de retroceso las fibras no se alinean bien y se atascan. Debido a que las fascias están repartidas por todo el cuerpo de forma continua y a que los músculos se complementan y equilibran unos con otros, dicho traumatismo tensará y acortará el músculo en la zona local, pero de igual manera se producirá una tensión compensatoria en otra parte del cuerpo.
Al cabo de años o meses el sujeto puede tener problemas de pérdida de olfato, de oído, dolor de hombro, molestias en el cuello, en la cabeza, problemas respiratorios, fallo de memoria, etc. que difícilmente podremos asociar con algo que nos sucedió hace 3 ó 4 años.
Por supuesto el proceso de deterioro provocado por un traumatismo es reversible en la mayoría de los casos. El cuerpo se puede manipular y dirigir a una posición mejorada, ya que el cuerpo es maleable. Incluso los huesos están continuamente regenerándose y cambiando su estructura.
La energía del terapeuta cráneo-sacral calienta y libera las fascias de todo el cuerpo, ayudando al paciente a recobrar su mejoría.
Aquí prestaremos especial interés a la duramadre raquídea o médula espinal.
La médula espinal es fuerte y resistente, así como rica en fibras de colágeno. Su débil rigidez proporciona cohesión entre las estructuras del cráneo internas y externas, la columna vertebral, el sacro y el cóccix.
Debido a tan estrecha vinculación entre estos componentes del cuerpo humano, un problema en el sacro repercute en la columna y en el cráneo, y viceversa.
Muchos problemas de origen psíquico, por no decir todos los problemas emocionales, mentales y sentimentales que a lo largo de la vida sufrimos, derivan en auténticos traumas que afectan a nuestras fascias.
Por ejemplo, situaciones emocionales traumáticas con los padres, con los hijos, con la pareja o cualquier otra relación, repercuten en la tensión de las fascias de todo nuestro organismo.
Es muy posible que una discusión, una pena o tristeza, un enfado, una depresión, una duda o incertidumbre, un no decir lo que uno quiere decir, o cualquier emoción negativa, pueda producirnos tensión en el tejido fascial y dolor en alguna parte del cuerpo.
Nuestras emociones entristecen nuestro cuerpo, alma y espíritu, y como el tejido fascial interconecta estos tres pilares del Ser, es de vital importancia el cuidado y relajación de este tejido tan especializado.
Es importante que seamos conscientes de que si nos vamos llenando de pequeñas capas de energía negativa o traumática sin aprender a liberarlas, al cabo del tiempo éstas se pueden convertir en una distorsión psicológica y finalmente materializarse en una lesión física. Sin embargo, es muy posible que hasta que esto suceda continuemos viviendo sin apenas darnos cuenta, sin demasiadas molestias palpables. Quizá seamos un poco más infelices o tengamos cierta dosis de ansiedad hasta que estos estados “soportables” deriven en serios problemas, como por ejemplo en una esquizofrenia o un cáncer.
Hasta la fecha aún no se han efectuado estudios que relacionen la causa con el efecto, o lo que es lo mismo, lo psíquico-emocional con lo físico. Aunque sabido es por la comunidad científica que casi un 80% de las enfermedades actuales son de tipo psicosomático.
Otras afecciones de las fascias
Al margen de las patologías específicas del tejido conjuntivo que acabamos de ver, existen afecciones que, en la mayoría de los casos, no presentan cuadros clínicos tan llamativos como los que acabamos de enumerar más arriba, pero que representan la patología más frecuente del tejido conjuntivo.
Consideraremos las cicatrices, adherencias y fijaciones. Esta patología o disfunción nos interesa (a los osteópatas) particularmente, puesto que la encontramos con mucha frecuencia. Además, a largo plazo, cicatrices y adherencias crean irritaciones y fijaciones que a su vez perturban la mecánica articular o visceral y que en un primer tiempo determinan síntomas llamados funcionales, puesto que a menudo tienen manifestaciones subclínicas, sin expresión radiológica o bioquímica. Son verdaderas lesiones primarias que habrá que buscar con el mayor cuidado. En un tercer tiempo desarrollaremos los diferentes estudios realizados en el tejido conjuntivo, y más en particular en la sustancia fundamental, que tienden a demostrar que la enfermedad se desarrolla sobre todo a su nivel cuando la sustancia fundamental ha sido superada. Citaremos a Snyder, que afirma que la sustancia fundamental es el laboratorio de las funciones del tejido conjuntivo y la «arena» de los procesos patológicos.
Las cicatrices
Cuando se produce una cicatriz, existe un conflicto en el deslizamiento de ambos planos fasciales, el cual afecta al comportamiento biomecánico de la zona.
Si la piel es propensa a este tipo de cicatrices, cualquier herida puede ocasionarlas, ya sea un corte, una quemadura o un grano de acné. Algunas personas presentan un queloide después de un tatuaje, perforación o una herida quirúrgica.
Cualquier cicatriz por nimia que sea puede ser una zona de perturbación para el cuerpo humano. Casi todas las cicatrices pueden ser causa de dolores, disfunciones e incluso de una patología insoportable para el sujeto, como en las causalgias. Tras la aparición de una herida sigue un fenómeno de reconstrucción, con granulación y proliferación de fibras elásticas y conjuntivas a fin de realizar una reparación lo más perfecta posible en el lugar en el que los tejidos han sufrido la agresión.
Pero, a pesar de su sutilidad, este sistema de reconstrucción nunca será perfecto. Testimonio de ello es la consecuencia que deja toda cicatriz que ha afectado a las fascias profundas. Como hemos dicho, en la gran mayoría de casos esta reparación se realiza sin que aparezcan problemas secundarios, pero en un cierto número de casos no desdeñables una cicatriz provoca trastornos, así como la instalación de una patología de proximidad que se manifiesta por fenómenos irritativos, o es la sede de fijaciones que alteran tanto la mecánica como la fisiología del cuerpo humano. Una cicatriz irritativa será un elemento perturbador para el tejido conjuntivo; éste, sometido a las tensiones y al estrés de ese punto de irritación, modificará su estructura, plasticidad y elasticidad, y a mayor o menor plazo tendremos una alteración de la mecánica fascial que repercutirá en el estado funcional de una región más o menos extensa.
Cuando esta cicatriz se sitúa en el abdomen, el caso más frecuente, aunque sólo sea por el número de apendicetomías perturbará la mecánica del órgano vecino, que, sometido a una tensión e irritación permanentes, tenderá a perder su movilidad y a fijarse. Hemos visto que precisamente gracias a la movilidad de las fascias su fisiología se veía enormemente facilitada. Esta fijación provocará la disfunción del órgano y es posible que a largo plazo se instaure una verdadera patología.
La «patología» de las cicatrices puede deberse a los cuerpos extraños que se incrustan durante la agresión. Kellner ha demostrado la inclusión de cristales de talco en las cicatrices quirúrgicas, fragmentos de proyectiles y fragmentos de tela en los heridos de guerra, granos de arena, pequeñas burbujas de alquitrán y restos de cristal en los accidentados de carretera.
La reabsorción de cuerpos extraños es lenta si no imposible; éstos crean una acidosis de los tejidos circundantes que da lugar a modificaciones en el seno de la sustancia fundamental. La medición de los valores eléctricos de las cicatrices «perturbantes» proporciona valores de 1.400 kilo-ohms superiores a los registrados en la piel vecina, los otros poseen un valor cercano al normal. Las cicatrices deben considerarse campos perturbadores potenciales.
Las adherencias y fijaciones
La piel es uno de los mayores y más importantes órganos de la anatomía. Es la primera barrera entre el exterior y el organismo, por tanto, constituye la primera línea de defensa frente a las agresiones, así como el primer sistema de relación con el exterior. Consta de diferentes capas:
- Epidermis o capa córnea.
- Dermis o corion.
- Zona subcutánea.
La piel realiza diversas funciones. Unas son las funciones pasivas o de protección frente a:
- Frío, calor, radiaciones.
- Presión, golpes y fricciones.
- Productos químicos.
- Invasión de gérmenes.
- Pérdidas de calor y de agua.
Entre las funciones activas se encuentran:
- Defensa contra microorganismos.
- Regulación de la circulación.
- Refrigerante mediante la eliminación de sudor.
- Absorción de productos aplicados sobre ella.
- Receptor sensorial del tacto, presión y temperatura.
La piel por tanto es un órgano susceptible de sufrir diferentes afecciones:
- De las glándulas sebáceas y sudoríparas (por ejemplo, acné).
- Descamativas (por ejemplo, psoriasis, pitiriasis.)
- Dermatitis, eczemas, etc.
- Traumatismos. Los cerrados son las contusiones y las abiertas, las heridas.
Una herida es una pérdida de continuidad de las partes blandas del organismo (piel o mucosas) que da lugar a una interrupción en la estructura del tejido, así como a una comunicación entre el interior y el exterior del organismo. Como consecuencia de esta pérdida de continuidad, hay una pérdida de la esterilidad existente en el interior y puede producirse infección. Otra consecuencia de la discontinuidad son las posibles lesiones en los tejidos u órganos adyacentes (daño en las estructuras colindantes a la misma).
Una contusión es una lesión traumática que se produce por golpe, compresión o choque sin que haya pérdida de la solución de continuidad de la piel o de las mucosas (éstas ceden sin romperse, debido a su elasticidad). La gravedad de la contusión dependerá de la intensidad del traumatismo o golpe que la origine. En general, exceptuando las craneales, que son las más graves, porque ocasionan un estado de conmoción, suelen revestir escasa importancia y su signo más característico es la rotura de los vasos de la dermis que se traduce en pequeñas lesiones hemorrágicas.
Las adherencias son muy numerosas en el cuerpo humano, pueden ser consecuencia de una cicatriz, inflamación o infección, de una irritación o aumento de cargas en una zona cualquiera del cuerpo. Se producen con mucha facilidad, en especial en el tórax y abdomen. El mero hecho de hacer una incisión en el peritoneo constituye una importante potencialidad de adherencia. Tienen tendencia a aumentar con la edad y resulta sorprendente constatar el número de adherencias al nivel de la pleura, el pulmón y el peritoneo cuando se practica una disección. Sus consecuencias son comparables a las de las cicatrices, es decir, que en ciertos casos establecen un verdadero puente fibroso inelástico con el órgano relacionado. Entonces entramos en el círculo vicioso de la hipomovilidad, disfunción e incluso patología.
El tejido conjuntivo, punto de partida de la enfermedad
Uno de las principales reacciones de la vacuna contra la tuberculosis es la pequeña cicatriz que se origina en la parte superior del hombro. La vacuna contra la tuberculosis no tienen tan alta efectividad como otras. Su vacuna no evita la infección o el contagio, sino las formas graves como la tuberculosis miliar (diseminada) o la meningitis tuberculosa. Así que ya sabes, si tienes una pequeña cicatriz en la cara externa del hombro y desconocías el origen, es que fuiste vacunado de tuberculosis.
Hay otras vacunas mal puestas, personas sensibles, que han perdido la la cadena del frió o por su propia composición que pueden causar daños y cicatrices. Estas cicatrices en la temprana edad del bebé en pleno crecimiento ocasiona problemas como cadenas musculares torcidas, discos intervertebrales torcidos, problemas de respiración, caderas débiles que acabarán en operaciones de cadera, fallos energéticos importantes, problemas mentales de la persona grabados en el subconsciente y por tanto muy difíciles de acceder a ellos, etc.
El estudio histológico y el del papel del tejido conjuntivo nos demuestra que cualquier agresión, choque, estrés, etc. repercutirá de forma automática en éste. Por lo tanto, podemos afirmar que no existe ninguna patología que no tenga resonancia en la fascia. Más aún, cualquier patología sólo puede extenderse después de haber superado las posibilidades del tejido conjuntivo. Eppinger ha sostenido que la enfermedad se inicia en la sustancia fundamental y que, a continuación, se propaga a las células parenquimales. La especificidad sintomática y de diagnóstico sólo aparece tardíamente, después de la instalación de lesiones celulares; es muy posterior a los estadios prodrómicos de las diferentes infecciones. Las causas de la irritación del tejido conjuntivo son múltiples; son todas las situaciones que ponen a la fascia en estado de estrés: heridas, procesos mecánicos, lesiones fisicoquímicas, hormonas de acción tisular y shocks; el shock operatorio es también una de ellas, y hay que saber que el organismo tarda 21 días en dominarlo.
La sustancia fundamental no es sólo el estárter para las informaciones destinadas a la célula y al sistema humoral y nervioso, sino que a su vez es modificada por los trastornos funcionales de los tejidos. Una estimulación mínima, de corta duración, provoca la despolarización parcial de los proteoglicanos, que en un sistema funcional es corregida por el esfuerzo de una carga de compensación. Si esos estímulos mínimos son continuos, provocan fenómenos de despolarización constantes que generan alteraciones estructurales en la sustancia fundamental y conducen a la formación de gel. Al comienzo las modificaciones están localizadas, puesto que la extensión de la información se halla limitada por las propiedades aislantes de las serosas, septos y fascias.
En un estadio preliminar es difícil detectar las perturbaciones inducidas en el tejido conjuntivo, sobre todo porque la mayoría de las veces no generan síntomas de tipo irritación-reacción, por lo que pueden transmitir un mensaje alterado algunas veces durante mucho tiempo y mantener los sistemas de regulación, celular, tisular, humoral y nervioso en un estado de pretensión. De forma progresiva, las alteraciones de la regulación se extienden. Los síntomas se extienden al lado contra lateral debido a la participación secundaria del eje vertebral.
Una estimulación suplementaria sobre este sistema «precalentado» produce con frecuencia una respuesta inadecuada y exagerada.
Puede instalarse un trastorno a distancia (en un órgano, por ejemplo) y aumentar más la irritación del foco primario, lo que finalmente, si no hay intervención, llevará a una fase de agotamiento, a un bloqueo reaccional que provocará una enfermedad grave.
E. Perger señala que el 25 % de los pacientes que presentan un «bloqueo de la regulación de base» desarrollaron un tumor en los años siguientes, la participación de los trastornos de la regulación en la evolución de la enfermedad tumoral no puede desdeñarse.
Por otro lado, en pacientes crónicos se ha puesto de manifiesto la existencia de un potencial activo en el lado afectado y un aumento de la conductancia. Por lo tanto, al comienzo, la afección es local y engloba al dermatoma y al miotoma. Por medio del sistema nervioso vegetativo, modifica la vasomotricidad, así como otras funciones vegetativas del cuadrante correspondiente, la acentuación de la intensidad de la estimulación y la puesta en juego de los procesos de regulación central acaban por desarrollar una sintomática hemicorporal.
A partir de una alteración local, aparece de forma tardía una enfermedad general después de la intervención de los factores secundarios y terciarios. Así pues, el tejido conjuntivo reacciona en su totalidad, pero no lo hace obligatoriamente de forma homogénea.
Las diferencias son tanto más marcadas cuanto que el desarrollo de la afección crónica ha sido acortado. El factor tiempo, la duración de la agresión preliminar, desempeña un papel preponderante en la difusión de las perturbaciones al resto del organismo.
Ciertas células mesenquimales permanecen indiferenciadas en el tejido conjuntivo adulto, conservan la memoria embrionaria y, en caso de necesidad, pueden transformarse en otras líneas de células especializadas. Por regla general, éstas células están inhibidas, pero, en el caso de una herida o enfermedad, vuelven a activarse desde el punto de vista mitótico para hacer frente a la agresión.
Parecería que la puesta en marcha de los mecanismos de defensa que se realizan en el tejido conjuntivo sería consecutiva a la autonomía de la periferia y que el sistema central intervendría de forma secundaria. Esto es apoyado por el hecho de que los valores de partida y las afecciones más marcadas siempre se sitúan en el hemicuerpo más perturbado. Las desintegraciones tisulares (inflamaciones, cicatrices, adherencias, etc.) no reabsorbibles ocasionan este tipo de diferencias hemilaterales.
Kellner ha probado que el equilibrio ácido-base dependía del sistema de base: en medio ácido la neutralidad del pH se restablece gracias a la lisis de los fibroblastos, mientras que en medio alcalino la normalización resulta de su multiplicación.
Me Laughlin ha constatado que el cultivo in vitro de células epiteliales embrionarias induce un modo de crecimiento indiferenciado y desordenado, la introducción de células mesenquimales induce la diferenciación, se forma una membrana basal, completada por una estratificación celular.
Esos dos experimentos tenderían a probar que el tejido conjuntivo posee un sistema de organización independiente de las influencias centrales. Con motivo de un estrés persistente, los problemas funcionales y los cambios del tamiz molecular modificarán la síntesis de la sustancia fundamental creando un estado propicio para las enfermedades crónicas.
Hine ha demostrado que bastan 30 minutos para provocar un claro aumento del colágeno en el septo alveolar en víctimas de la carretera con traumatismos graves. Sin embargo, en experimentos realizados en animales, Speransky ha demostrado que la estimulación intensa de los receptores cutáneos o musculares situados en el territorio inervado por el bulbo raquídeo o la parte superior de la médula espinal, o incluso la estimulación mecánica o química directa del centro nervioso, podían provocar modificaciones profundas del tejido pulmonar muy similares a las que se ven en la neumonía.
Por lo tanto, parecería que, aunque el tejido conjuntivo tiene su propia autonomía y puede ser origen de un sistema de defensa propio e independiente, así como el punto de partida de un proceso patológico a su vez independiente, dicho mecanismo no es exclusivo de una estimulación periférica o central de las aferencias nerviosas y es capaz de provocar alteraciones en el tejido conjuntivo.
Es un hecho que el componente predominante de toda enfermedad es, con mucho, de naturaleza funcional y energética. Una medicina que quiera tratar con éxito estas enfermedades debe trabajar en los estadios energéticos e informativos. De aquí se deriva un concepto energético de diagnóstico y la terapia que permita reconocer la carga energética básica del paciente y que anticipe la dirección del procedimiento terapéutico.
Usted leerá con frecuencia los conceptos «materia», «energía» e <<información> en esta web. ¿A qué se refieren? ¿Por qué necesitamos estos tres conceptos en relación con la salud y la enfermedad de los pacientes?
Está demostrado que la materia tiene un contenido energético y otro informativo. El contenido energético de la materia se puso claramente de manifiesto con el poder destructor de las bombas atómicas, y el contenido informativo es el que controla las reacciones químicas. Se puede decir que las informaciones controlan los procesos que transcurren materialmente, y es la energía la que suministra la fuerza para las modificaciones.
Así, el cuerpo humano es materia y energía al mismo tiempo. Libera energía y recibe energía. Se controla por informaciones recibidas y controla a su vez el entorno cediendo información.
Por ello la salud y la enfermedad dependen también esencialmente de la energía y la información del propio cuerpo. Éstas se expresan a través de oscilaciones electromagnéticas que el cuerpo puede recibir, almacenar y ceder.
Todas las enfermedades y estados previos están causados o acompañados por oscilaciones electromagnéticas. No hay fenómenos patológicos sin la presencia de oscilaciones patológicas o patógenas en o alrededor del cuerpo. En el cuerpo de cada paciente actúan también, junto a las oscilaciones electromagnéticas sanas (armónicas), oscilaciones electromagnéticas patológicas (inarmónicas). Las oscilaciones patológicas perturban los procesos de naturaleza vital y el estado en equilibrio del cuerpo. Éste enferma si el proceso regulador ya no es capaz de mantener el equilibrio.
Para que la medicina pueda incorporar estos conceptos de la ciencia, debe organizarse energéticamente un concepto global usual de energía y terapia.
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