La historia del Reiki
El Reiki es una práctica de sanación energética que tiene sus raíces en Japón. Su historia se remonta al siglo XX, cuando Mikao Usui, un monje budista japonés, desarrolló el sistema de Reiki que conocemos hoy en día.
Según la historia, Usui se embarcó en una búsqueda espiritual para descubrir cómo sanar y revitalizar el cuerpo y la mente. Después de años de estudio y meditación, experimentó una profunda iluminación durante un retiro en el monte Kurama en 1922. Durante esta experiencia, recibió una energía sanadora y despertó sus habilidades para canalizarla y transmitirla a otros.
Usui fundó la Usui Reiki Ryoho Gakkai, una organización dedicada a enseñar y difundir el Reiki. Comenzó a impartir clases y entrenó a otros en la práctica de Reiki. A lo largo de los años, el Reiki se fue expandiendo y evolucionando, y diferentes ramas y variaciones surgieron en todo el mundo.
Después de la muerte de Usui en 1926, sus estudiantes continuaron difundiendo el Reiki y adaptándolo a sus propias enseñanzas y prácticas. Uno de los estudiantes más destacados de Usui, Chujiro Hayashi, desarrolló un sistema de hand positions (posiciones de manos) que se utiliza ampliamente en la práctica de Reiki hoy en día.
En la década de 1970, el Reiki se hizo más conocido en Occidente gracias a la difusión de la maestra de Reiki Hawayo Takata, una hawaiana de ascendencia japonesa. Takata llevó el Reiki a Hawái y comenzó a enseñarlo y practicarlo allí, iniciando a muchos maestros occidentales.
Hoy en día, el Reiki es practicado en todo el mundo y ha ganado popularidad como una terapia complementaria para la sanación y el bienestar. Se utiliza tanto en entornos terapéuticos como en prácticas personales de cuidado propio. La historia y tradición del Reiki continúan siendo transmitidas a través de los maestros de Reiki que enseñan y comparten esta antigua práctica de sanación.
La historia del Reiki
La historia de Reiki tradicional empieza a mediados del siglo XIX con Mikao Usui, un decano de la Universidad de Doshisha de Kyoto y sacerdote cristiano a quien sus alumnos le preguntaban acerca del método de curación mediante el cual Jesucristo sanaba a los enfermos. Usui, en su afán de conocer la verdad y poder responder a esta pregunta, emprendió por su cuenta una investigación que le duró más de diez años y le permitió redescubrir y aprender esta técnica. Las jerarquías eclesiásticas del Japón le advirtieron que no debía de hablar ni de dar a conocer ningún método de curación.
Mikao Usui se trasladó a Estados Unidos en donde recibió durante siete años. Estudio en la facultad de Teología de la Universidad de Chicago y estudiaba historia comparada de las religiones y de la filosofía. También aprendió a leer el Sánscrito, el antiguo idioma de la India y del Tíbet. Al seguir sin encontrar respuesta alguna sobre el ancestral método de curación, abandono sus hábitos de sacerdote cristiano y se fue a vivir a un monasterio Zen en el Japón, su país de origen.
Entonces Usui desvío sus investigaciones a través del Budismo en la India, debido al enorme paralelismo entre Gautama Siddhartha y el Jesucristo histórico. Los monjes budistas le dijeron a Usui que el antiguo método de curación se había perdido que no existía otra vía de aproximación a este método más que a través de las enseñanzas budistas, o sea, del Camino de la Iluminación.
Veamos un poco la historia del Buda en la India.
Buda nació hacia el año 620 A. C. cerca de la frontera Nepalí, era hijo de un rey y se llamaba Gautama Siddhartha. En su educación se pretendía que ignorase las penas y aflicciones del mundo, recluyéndole en palacio, de donde no salió hasta que alcanzó la edad adulta. Entonces quiso conocer el mundo y desobedeciendo la voluntad de su padre, se fue a conocer la realidad que existía fuera de su castillo. Por primera vez vio la pobreza, la enfermedad, la muerte, el sufrimiento y así despertó en él la necesidad de liberar del dolor a todos los seres humanos. Siddhartha abandonó las riquezas y a su amada esposa para vivir la vida de peregrino, sin hogar y sin comida. Vivía debajo de los árboles y comía lo que la gente le daba, pero meditaba y meditaba para descubrir que manera podía eliminar el sufrimiento del mundo.
La primera iluminación le vino meditando debajo de una higuera y pensó que el dolor del mundo en parte viene por nuestra adhesión a las posesiones materiales y a otros seres vivos, con la codicia y negatividad que esas pasiones pueden acarrear.
Las acciones que día a día emprendemos nos originan el karma que positivo o negativo nos atan al plano material y terrenal, olvidando y relegando a un segundo plano a nuestro espíritu.
Las enseñanzas budistas se basan en la compasión hacia todos los seres vivos y en resolver las situaciones kármicas, sanando el cuerpo, las emociones, los sentimientos y los pensamientos y escuchar y ser espíritu libre y autentico.
La religión budista es totalmente respetuosa con cualquier otra religión y parece que muchas religiones tienen fundamentos provenientes del budismo. El budismo y otras tantas religiones tienen muchas verdades inmersas en su doctrina. El caso es saber descubrir lo mejor de cada una.
Por tanto el Buda descubrió la senda de la iluminación que sirvió para que tantos otros encontraran el camino para liberar el dolor y el sufrimiento y así encontrar su Iluminación.
Algunos autores dicen que Jesucristo fue una reencarnación de un monje budista. Por aquella época el budismo se había difundido por todo el Oriente y existían profecías en los Esenios y en los budistas de que un importante monje budista se iba a reencarnar.
Al identificar al maestro Jesucristo como la reencarnación del monje budista previsto en las profecías, cogieron al niño y a su familia y lo llevaron y educaron en Egipto y en la India.
Una vez recibidas las enseñanzas budistas y diversas iniciaciones, Jesús regresó a Jerusalén, con todo el conocimiento y toda la iluminación adquirida en la religión Budista. Por tanto se sabe que recibió las enseñanzas esotéricas y se convirtió en un autentico y maravilloso sanador del campo energético humano. El maestro Jesús se convirtió en el salvador y redentor del mundo.
Así como Él dijo nosotros tenemos en nuestro corazón una partícula Crística y estamos hechos a imagen y semejanza suya. Jesucristo curaba a los enfermos y enseñó las técnicas para hacer lo mismo a sus discípulos. También nos enseñó los términos de reencarnación y de karma. Pero al parecer por reinfluyentes interpretaciones de las enseñanzas de Jesús, en el siglo V bajo la influencia paulina se perdieron estos términos y estas enseñanzas, para el mundo Occidental.
Sin embargo para los budistas en Oriente, las verdaderas enseñanzas de Jesús y del Buda se han mantenido casi intactas. Por tanto estoy convencido de que es aquí donde podemos encontrar un buen y verdadero conocimiento sobre la vida y sobre el Ser Humano.
La doctrina budista se basa en un principio de compasión hacia todos los seres vivos y por tanto la no-agresión hacia ningún ser vivo, si no la atención y ayuda a todos los necesitados, de una manera desinteresada. Para el Budismo la curación abarca el plano emocional-sentimental, el plano mental y por supuesto el nivel espiritual. El budista reconoce nuestro nivel de existencia multidimensional, así como los campos de energía que toda materia conlleva.
El tacto humano transcribe calor, cariño, amor, consuelo, energía y por tanto poder curativo. El acto de la imposición de manos sobre el cuerpo humano para confortar o aliviar el dolor es tan antiguo como los instintos, pues de hecho ante una situación dolorosa o accidentada lo primero que hace el ser humano es llevar las manos a esa zona afectada.
Las madres con sus niños, saben muy bien de este instinto de curación que realizan cuando su hijo siente cualquier dolor, como en la cabeza, la madre inmediatamente colocara sus manos en la frente y las mantendrá hasta que este dolor se haya remitido. Es un don natural que tenemos todos, para sanar o aliviar nuestros dolores.
La práctica de este don se ha venido realizado a lo largo de la historia especialmente por mujeres. Por su sensibilidad, por su gran corazón o simplemente por su condición de madre, la mujer ha usado y potenciado este don curativo a lo largo de la historia. El mundo siempre ha estado lleno de grandes mujeres que han ejercido el don de la curación por imposición de manos.
Desde la antigüedad, esta técnica de imposición de manos involucra una sorprendente transferencia de energía entre el curador y el enfermo o paciente. E incluso, fueron avaladas por distintos investigadores y científicos, en los que se destaca el bioquímico de la Universidad de McGill en Canadá el Dr. Bernard Grand.
El problema del por que este conocimiento no ha prosperado, lo podemos ver en la sociedad patriarcal que tan atareada ha estado en la construcción y realización de los asuntos materiales y lógicos, relegando e incluso aplastando el conocimiento intuitivo sobre las habilidades psíquicas o sobre los campos de energía.
Estas habilidades tan desarrolladas en la mujer han sido olvidadas debido a la represión de la sociedad patriarcal e incluso por la iglesia, que por supuesto esta formada por hombres.
Tenemos que procurar dar un salto cuántico con relación a lo que vemos y a lo que no vemos, pues es aquí en lo que no vemos donde radica la verdadera salud y todo un potencial del Ser humano que tenemos por desarrollar. Por que alrededor del cuerpo humano tenemos el aura, el Ser invisible compuesto por capas de energía, que siempre ha existido y siempre existirá. Es en este nivel energético e invisible para la mayoría en donde se realizan las sesiones curativas.
El cuerpo físico el que vemos es materia densa de baja vibración y es aquí donde la ciencia médica ha realizado sus estudios mediante reacciones mensurables y empíricas mediante la causa y el efecto.
Los descubrimientos actuales por parte de la física cuántica sobre la estructura del átomo, sitúan grandes espacios vacíos entre los átomos y sus partes. Incluso la materia más densa se compone en su mayoría de espacios vacíos, todo esta hueco a nivel microscópico. En esos espacios vacíos en el interior de la materia están los campos de energía, el aura, que en su globalidad del cuerpo es de gran importancia para la salud.
El cuerpo humano se compone en un 70 a un 80 por ciento de agua, como materia sólida y el espacio vacío del cuerpo superan el 90 por ciento. El agua es un compuesto de hidrógeno y oxígeno fácilmente intercambiable por cualquier otra forma de energía. La energía sanadora puede trasformar la estructura vinculada del agua y así cambiar el crecimiento de los enzimas del cuerpo.
Otro interesante descubrimiento es concerniente a la intercomunicación celular existente en todo el cuerpo. Una sola célula tiene toda la información de la persona y es posible clonar otro organismo desde una sola célula. A través del sistema nervioso todo el organismo se comunica y por tanto un toque de energía curativa o una sesión de terapia cráneo-sacral reactiva a todo el organismo a que recupere la salud completa.
Otro hecho importante es el rápido cambio que sufren todas las células del cuerpo en su muerte y regeneración que constantemente se realiza en el cuerpo.
Cada segundo más de cinco millones de células mueren y son restituidas. La proteína el principal componente del cuerpo después del agua también es reemplazada por otra nueva en cuestión de días o de meses.
Por tanto las células de los músculos, de los órganos, del sistema nervioso, de los huesos, de todo el organismo son renovadas cada seis meses y cada célula es consciente de toda la masa celular, o por lo menos tiene toda la información de la persona en su ADN.
En esa renovación celular, a través de volver ha hacer que circule la energía podemos hacer que las nuevas células se reproduzcan bajo unos parámetros de perfección y por tanto de salud. Podemos recuperar la perfecta funcionalidad de cualquier parte de nuestro organismo, si conseguimos cambiar el patrón energético o aúrico que lo compone.
Con la terapia cráneo-sacral se consigue hacer que circulen todos los fluidos corporales y que por tanto la energía también circule.