La relación del terapeuta
La relación entre el terapeuta y el cliente es fundamental en cualquier enfoque terapéutico, incluyendo el Reiki. En el caso del Reiki, el terapeuta desempeña un papel importante como canalizador de la energía sanadora y facilitador del proceso de sanación del cliente.
La relación terapéutica se basa en la confianza, el respeto y la empatía mutua. El terapeuta de Reiki debe establecer un ambiente seguro y acogedor para el cliente, donde se sienta cómodo y pueda expresar sus necesidades y preocupaciones.
Durante una sesión de Reiki, el terapeuta puede tener contacto físico con el cliente, colocando las manos suavemente en diferentes partes del cuerpo o manteniéndolas ligeramente sobre el cuerpo. Es importante que el terapeuta mantenga una actitud de respeto y cuidado, asegurándose de que el cliente se sienta cómodo en todo momento.
Además de la práctica física del Reiki, el terapeuta también puede desempeñar un papel de guía y apoyo emocional para el cliente. Pueden proporcionar escucha activa, orientación y herramientas para la gestión del estrés y la promoción del bienestar integral.
Es fundamental que el terapeuta mantenga una actitud de apertura y no juicio, y que respete la confidencialidad y privacidad del cliente. La relación terapéutica en el Reiki se basa en el principio de no interferencia y permitir que la energía fluya libremente para la sanación del cliente.
En resumen, la relación entre el terapeuta y el cliente en el Reiki se basa en la confianza, el respeto y la empatía. Es un vínculo sagrado y colaborativo que facilita el proceso de sanación y promueve el bienestar del cliente.
La relación del terapeuta
La relación del terapeuta se fundamenta en que él no cura sino que ayuda a que el cuerpo proceda a su auto-curación. Es asombrosa la actuación del cuerpo para su regeneración frente a la pequeña intervención que realiza el terapeuta.
El terapeuta cráneo-sacral hace la función de facilitador de la salud holística del paciente.
El terapeuta usa su cuerpo, su mente, su espíritu para ayudar al paciente a restablecer su salud.
Nuestros tratamientos serán más eficaces si utilizamos todo nuestro potencial como seres humanos con cuerpo, alma y espíritu, hechos a imagen y semejanza de Dios.
Recordando siempre el carácter no intrusivo de esta terapia, aplicaremos un contacto suave para obtener una máxima respuesta. Ya no es cuanto más duro mejor, cuanto más dolor mejor, sino todo lo contrario.
Otro aspecto importante en este tipo de terapia es que el terapeuta hace que el paciente se haga responsable de su propio proceso sanador estableciendo un plan de curación.
El paciente va a sintonizar con su sabiduría interna y con su inteligencia corporal y el terapeuta mediará únicamente como facilitador de este proceso. De esta manera el terapeuta intentará tener un pacto laboral con el paciente, en donde el terapeuta tendrá unas cláusulas y el paciente otras, y si alguno de sus miembros falla en el cumplimiento de sus cláusulas el contrato podrá ser clausurado.
Si realizamos un buen tratamiento facilitador, el paciente puede ver cómo se solucionan sus problemas físicos, emocionales, mentales e incluso espirituales.
Este tipo de relación entre paciente y terapeuta crea un vínculo de confianza y amor entre ambos que generalmente conlleva una resolución de los problemas y sus causas.
En la medicina tradicional occidental el paciente (pasivo) espera del médico curación.
En la terapia cráneo-sacral se produce un cambio fundamental en el enfoque de la curación ya que el paciente debe adoptar un papel activo y comprometido en su propio proceso de auto-curación y acudir al terapeuta principalmente para pedir orientación y ayuda para realizar este proceso.
Después de estos tratamientos él paciente ve reforzado su sistema inmunológico, su estabilidad emocional y mental y en muchos casos realiza una profundización en su mundo espiritual.
Sin apenas darse cuenta el paciente recupera su equilibrio y salud mental, se encuentra sutil pero eficazmente mejor, con paz y seguridad. Esto nos sugiere que esta técnica de curación cráneo-sacral acerca la ciencia objetiva a la sanación espiritual. Confío en que en futuros estudios se pueda explicar esta proximidad.
Es fascinante pensar que todo este trabajo se realiza dentro de los confines de un sistema fisiológico anatómicamente definido: el movimiento pulsátil del líquido cefalorraquídeo.
Nuestro cuerpo, mente y espíritu están en íntima relación, de aquí que la verdadera salud deba ser comprendida en términos de globalidad holística.
Motricidad, sensibilidad y química son los tres pilares de nuestra salud que encontramos en el tejido sanguíneo y el tejido nervioso, es decir, donde se regulan el sistema sensorial y sistema motor.
La relación del terapeuta y el paciente cambia.
Con la terapia cráneo-sacral vamos a ser facilitadores, para que con la mínima expresión posible consigamos los mejores resultados. Nunca la fuerza tiene que suplir a la técnica. Aquí se da el principio de “pequeño estímulo, máxima respuesta”. Se trata de una terapia no intrusiva, y sí comprensiva.
Parece que las terapias manuales pasan progresivamente de técnicas más densas a más sutiles.
Vamos a un punto donde ni el paciente ni el terapeuta sabemos sobre el dolor, sino que es el propio organismo el que se regula: homeostasis.
El terapeuta en las sesiones de cráneo-sacral induce a un estado de relajación inmediata en el paciente y así este puede ser consciente de los problemas o circunstancias emocionales o mentales, así como sus escenarios, que han producido un bloqueo físico y como consecuencia se ha perturbado la libre circulación de los fluidos en su cuerpo. Al realizar la terapia cráneo-sacral se puede desencadenar en algunos casos una liberación somato-emocional, (técnica que influyen recíprocamente los procesos fisiológicos con los psicológicos).
Estamos ante una técnica psicosomática, real y autentica.